AN INSPECTOR CALLS, es una obra inglesa del escritor dramaturgo J. B. Priestley, que nos llama a reflexionar sobre las preocupaciones sociales, en busca de la igualdad de oportunidades, derechos y riqueza para todos los ciudadanos en un estado de bienestar; enfrentando la verdad al reconocer las consecuencias del egoísmo y la codicia.
Una celebración familiar se ve interrumpida por la llegada de un inspector con la noticia del suicidio de una joven, sus preguntas obligaron a la familia Burling a enfrentar la verdad de su papel en la fallecida. Llena de suspenso, misterio y revelaciones, pero más allá de su cautivadora narrativa, la obra tiene algunas cosas importantes que decir sobre la historia y la sociedad británica. En 1912 en Gran Bretaña muchas personas trabajaban en fábricas con maquinaria peligrosa, produciendo en masivas cantidades, trabajando largas horas por muy poco dinero, viviendo en barrios marginales contaminados y sobre poblados, a diferencia de familias como los Burling y las leyes favorecían únicamente a los dueños de las fábricas. Las divisiones de clase y género eran muy evidentes. Las mujeres luchaban por sus derechos, sus salarios eran menores al de los salarios masculinos. Las condiciones de trabajo comenzaron a mejorar cuando en el siglo XIX se legalizaron los sindicatos. Después de la Primera Guerra Mundial, las barreras de clase se rompieron aún más por el estado debilitado de las clases media y alta. Las ideas de igualdad social y responsabilidad resonaron en ellos como todavía lo hacen entre muchos en la sociedad de hoy y a través de la historia lejos de nuestro continente, nos hace reflexionar. Palabras del inspector “si el hombre no entiende, entenderá a fuego y sangre”.