Escribe Josefina Quispe Roque
Risas, desconcierto y satisfacción, acompañado de una buena dosis de tecnología y frescura; Emma Millenial, adapta inteligentemente la clásica obra de Jane Austen a un contexto peruano, moderno y pandémico, retratando la inocente vanidad de una limeña y los enredados traspiés surgidos por sus acciones.
Aunque esta obra no busca estudiar el comportamiento humano, después de verla es inevitable auto-reflexionar sobre el comportamiento millenial, encontrando inesperadas similitudes entre Emma y nosotros mismos.
Tal como la protagonista, todos los millenials (en algún momento de nuestras vidas) buscamos la felicidad en otros; somos inconscientemente esclavos de nuestros peores hábitos; deseamos influir en las decisiones de los demás para auto-halagarnos; nos cuesta aceptar críticas constructivas; tomamos malas decisiones creyendo que tenemos todo bajo control; y, ya sea por ingenuidad o conveniencia, nos enceguecemos ante la realidad, anhelando demostrarle al mundo que tenemos la razón.
Obviamente cometemos errores, y no porque nos falte inteligencia, sino porque nos sobra la emoción.
Pero eventualmente (en otro momento de nuestras vidas) reconocemos nuestros errores y aprendemos, descubrimos nuestras vulnerabilidades y nos fortalecemos, sufrimos decepciones y reflexionamos, nos cuestionamos y maduramos. De fallas y aciertos construimos nuestro destino, superando nuestras caídas, celebrando nuestros logros, y descubriendo la felicidad en nosotros mismos, siempre compartiéndolo con los demás.
Todos esos detalles emocionales de la obra, opacadas por el romance, nos ligan íntimamente a Emma, Harriet y Knightley; generando una examinación personal que se consuma al darnos cuenta de que la vida no sale siempre como la planeamos… a veces sale mejor. Finalmente, la obra se destaca por su creativa puesta en escena virtual, coronada por el divertido espacio musical, representando al teatro en su nueva normalidad.