Ellas están aquí
Recuerdo que hace unas semanas escuché a una actriz decir que la esencia de los personajes siempre se queda en el espacio de representación y muchas veces cobran vida.
Recuerdo que hace unas semanas escuché a una actriz decir que la esencia de los personajes siempre se queda en el espacio de representación y muchas veces cobran vida.
Disfrutar de una obra de teatro no es solo vivir una experiencia más, sino preguntarse y cuestionarse sobre lo que uno ve, entendiendo con empatía y razonando sobre lo que los actores en escena trasmiten.
Me pregunto si en algún momento me habré visto como Winnie o quizás como Willie, aunque conociéndome estoy segura que me he visto más como Winnie en estos últimos años. Me lo pregunto a mí misma porque soy curiosa y porque de alguna manera quizás en forma de catarsis el darme respuestas constantes me satisface… ¡claro! como lo haría Winnie.
Adaptándome a la nueva normalidad, preparé mis bocadillos preferidos, apagué las luces y me dispuse en un lugar cómodo. Mientras comenzaba la función, me pregunté: ¿cómo se puede capturar la esencia del teatro en la virtualidad? No les mentiré, era incrédula y me alegra haberme equivocado.
Días Felices nos invita a reflexionar y a sumergirnos en un desolado mundo donde, aparentemente, no hay escapatoria. Nos cuenta la historia de Winnie, una mujer engullida hasta la cintura, presa de la tierra y de un presente monótono. Ella se despierta luego de escuchar un timbre el cual marca el inicio de su itinerario, tal y como comenzaríamos el día con el sonido de una alarma en la mañana…
Días Felices, una obra en que se muestra la lucha del individuo hacia un tipo de amenaza. Winnie, un personaje cuya característica principal es su resignada felicidad. Cada acontecimiento que vive lo interpreta como si fuera un suceso maravillo, aunque no lo sea, todos sus días son “felices”.
Desde el instante en que se abre el telón quedas sumergido en una puesta de escena deslumbrante de la obra del dramaturgo Samuel Becket “Días felices”. Los intérpretes hacen una función magistral que a pesar de ser un espectador virtual en donde es sencillo distraerse, cautivan a la audiencia con una representación inigualable e hipnótica.
Faltarían poco más de 60 años para situarnos en el universo que plantea “2084”, pero al terminar de verla, sabes que esta situación no es tan ficticia ni lejana como parece. Situado en un futuro distópico, donde el ambiente es frío y deshumanizado, los individuos deben rendir cuentas a una figura superior, la cual no solo les da órdenes, sino que observan y manipulan cada movimiento y pensamiento suyo con la excusa de “preservar el bien común”.